jueves, 17 de septiembre de 2009

Confesión de mal pagador



El Sr. Félix Millet ha visto publicada en La Vanguardia una carta que ha mandado al juez instructor de su causa. La emisión de tal documento habrá sido recomendación de su abogado, supongo que con la idea de quitar hierro al asunto y buscar atenuantes tales como arrepentimiento, confesión, reposición de daños. 
Tanto el Sr. Millet, como su letrado, Sr. Molins, pertenecen a un estrato social concreto, tirando a muy alto, cuyos miembros comparten clubes sociales, intereses, vicios y virtudes. Unas cien familias, dicen los rumores. Los pertenecientes a este subconjunto suelen mirar para otro lado cuando algún niño mal de casa bien se descarría. Hoy por tí, mañana por mí. Sus enfrentamientos no llegan más allá de juntas directivas para los círculos, tipo Ecuestre o del Liceo, o por derechos de pernada con alhuna amante.  No llega el agua al río. Comparten el pan y la sal en los mejores consejos de administración.


Son poco amigos de aceptar sobrevenidos, desclasados tipo Jesús Gil, aunque a veces consienten en aceptar su pasta y acabar mofándose. El ex presidente del Barça, Sr. Núñez, se sienta en el banquillo por un tema tributario y no teman que haya movido ni una uña alguno de los conspicuos burgueses que callan y miran con simpatía al Millet. Claro que los compinches de presunta estafa del Núñez son el apestado de la Rosa y el abogado Folchi, ambos con un pasado de vacaciones carcelarias. Intrusos absolutos y, además, pillados in flagranti. No es malo delinquir. Lo jodido es que te pillen con las vergüenzas al aire, y más si tu casta es la de los piojos resucitados.

Creo que el Millet, en su carta, debe de haber pensado por su cuenta desoyendo a su abogado. Cobra demasiado el Sr. Molins como para cometer lo que (para mí) son palmarios errores semánticos. Por ejemplo:
  • Llamar "equivocaciones graves" a ciertos actos suyos que podrían definirse mejor como "delitos".
  • Alegar que la ocultación de dinero negro es algo tan frecuente que ni vale la pena tenerlo en cuenta. Pienso que también es un delito, y grave.
  • Decir que hacía las cosas sigilosamente para que no malpensaran  los demás. Mejor haría en decir que de noche todos los gatos son pardos, y que mientras no le pillaran tampoco se trataba de presumir.
  • Decir que medio millón de eurillos que gastaron él y su compinche en "viajes" fueron una especie de compensación, unos "bonus" por el trabajo bien hecho. Yo más que una gratificación lo llamaría un latrocinio. Cosas mías.
  • Hablar de arrepentimiento. Hubiera preferido espantada o cobardía. A buenas horas.
  • Presumir de haber devuelto 1800000 € al juez, sin decir que este dinero lo descubrieron los Mossos de escuadra en una caja de seguridad bancaria, abierta por orden judicial. Eso se llama "hacer de la necesidad virtud".
  • Alardear de haber impedido una operación comercial de compraventa de un edificio, comprado a su nombre (con dinero del Palau, he entendido) y revendido al Palau por el doble de su valor. Lo triste es que lo impidió al día siguiente de haberse destapado el pastel. No el día antes.
  • Poner su patrimonio a disposición del juez. ¿Qué pensaba que haría el juez? ¿delarle marchar sin embargarle?
En resumen: presentar como actos de nobleza y arrepentimiento  lo que no son, a  mi manera de ver, más que excusas tediosas e inoportunas, al tiempo que se pretende pasar como alguien que se equivocó "mas en las formas que en el fondo". O sea, un borrico, no un chorizo. Un borrico que sabía que lo que hacía estaba mal y que puso amplios medios para ocultarlo. Por suerte, borrico al fin y al cabo, dejó groseras huellas que llamaron la atención a los inspectores de Hacienda.


La estupidez no es un atenuante. Los tontos con iniciativa son peligrosos pero, gracias a Dios, imputables. De momento le han levantado tres millones y medio de euros, más o menos. Veremos lo que inventa el Millet para cuando vayan saliendo más esqueletos de sus armarios.

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