martes, 3 de agosto de 2010

Proceso

Recuerdo que, de joven, me gustaban las mujeres...
lo que no recuerdo es por qué.

Me quedé perplejo hacia mayo o junio de 2009, al percibir que no recordaba el nombre de un medicamento. Lo busqué en Internet, y lo hallé. Pensé que era algo normal.

Pero, a los dos días,  no lo recordaba. Lo busqué en Internet y en Google me apareció la búsqueda anterior. Tampoco la recordaba.

Pensé en las dudas que me aparecían ante según qué pacientes si mis colaboradores no me facilitaban la historia clínica antes de empezar las visitas. Me costaba mucho reconocer y ubicar a las personas.

Al dar explicaciones, todo iba bien si soltaba uno de mis discursos de siempre. Mi memoria remota sigue siendo buena. Pero me "faltaban palabras" si pretendía explicar algo nuevo. Tampoco hallaba buenos sinónimos. Lo tapaba con malas metáforas que resultaban confusas, incluso para mí mismo.

Mi mujer me dijo que hacía meses que me pasaban estas cosas, y que me ponía muy irritable cuando me pasaba alguna, o no localizaban rápidamente una historia clínica traspapelada.

Me han diagnosticado un proceso cognitivo secundario a problemas vasculares. Microhemorragias, posiblementeligedas a mi diabetes. Las cosas son como son. Hay que joderse.

miércoles, 3 de febrero de 2010

Aguirre y su hijo de puta.


No me parece mal que la Esperanza Aguirre hable con claridad de un presunto enemigo llamándole "hijo de puta". Me encaja con la catadura que le presumo a la señora. Me da un poco de pena que, al dar explicaciones, diga que no se refería a Gallardón sino a "un consejero" de Cajamadrid que no tiene a bien nombrar. Con ello todos los consejeros pueden darse por aludidos. La dama de hierro madrileña queda, al cabo, con el metal algo herrumbrado, o sea, con orín, es decir, orinado. Perdió una ocasión para demostrar su dureza, y exhibió resquebrajos y debilidades en sus (pretendidas) agallas.

Excusatio non petita acusatio manifesta. O sea: excusarse sin que te lo pidan equivale a una acusación, una patada en tus propias partes dolorosas.

El número de los necios es infinito. Creo que esta frase  sale en el Eclesiastés, aunque también se le atribuye a Cicerón. Los catalanes (malas gentes) decimos que "si los hijos de puta volasen, a veces no veríamos la luz del sol". Donde pone hijos de puta pongan incultos, estultos, necios, ignotos, socialistas o salesianos, según querencias.

En conseller Huguet, creo que, en Cataluña, ostenta el equivalente a un ministerio de comercio y turismo (quizá alguna otra prebenda). No es socialista sino de Esquerra Republicana, partido que, junto a los llamados ecosocialistas y los socialistas montillanos, perpetran el llamado tripartito (triparida para los amigos). El Huguet, también en plan tonto con iniciativa, habló por un micrófono que no tocaba diciendo que el proyecto de JJOO invernales para Barcelona era una fantasmada del alcalde Hereu, condenada al fracaso y basada en el descrédito electoral del malhadado munícipe.

Las excusas del Huguet fueron más demoledoras que las cóleras de Aguirre. Dice que "lo que dice como persona humana (o sea, su pensamiento verdadero) no es relevante por cuanto, como conseller, se solidariza con la fantasmada y su consellería luchará a muerte para que siga adelante". Encima, es la consellería (turismo, recuerden) que tiene que poner los dineros para relanzar el demolido prestigio del alcalde barcelonés, como sus ancestros tocado (y untado) por las cuentas grancapitanescas del Forum, los trapicheos urbanísticos de Diagonal Mar (rezo cada día a San Garzón para que se acuerde de estos asuntos en su reino) y el deterioro prostituyente de la antaño ciudad archivo de la cortesía, hoy de la orina y del semen, a la par que meca de cualquier carterista que se precie.

El señor Huguet huele a muerto (político) como el tripartito al completo. Pero creo que ADMITIR, como ha hecho, que el compromiso público conlleva mentir como un bellaco, traicionar sus convicciones y, por tanto, estafar a sus correligionarios y cofrades, besar el culo a sus enemigos (para darles por el mismo lugar a la que se descuiden) no deja se ser el único acto noble de toda la historia. Admitirlo es lo estimable;  no hacerlo, por supuesto,  que es innoble y despreciable.

Debe de haber muchos políticos sinvergüenzas, desahogados, venales o, simplemente, imbéciles. El Sr. Huguet tiene el mérito de (siendo algo -o todo- de lo dicho) reconocerlo. "Soy un hipócrita de cojones y miento más que aúllo", viene a decir. "Hago lo que no pienso y en lo que no creo. Pero lo hago institucionalmente. Créanme o no. Qué más da."

Para eso, en lugar de un señor calvo y con perilla, serviría un ordenador y, si mucho me apuran, un gato con botas o un asno catalán. Se le programa lo "correcto", y se desestiman sus cuelgues, maullidos o rebuznos. Estos últimos no serían tan dolosos como los del llamado Huguet ni requerirían después explicaciones bufas. La gente como yo no se descojonaría (siempre es divertido), pero apreciaría la ingenua pureza, ineludible e incondicional,  de los referidos animales irracionales o la neutra insustancialidad de la computadora.

He aquí como extremos políticos pueden tocarse. Huguet y Aguirre, pecadores de la pradera. maledicentes de sus copartícipes y coincidentes en presentar excusas malolientes y atroces por inadmisibles e increíbles.

Cuando lo correcto, en estos casos, es lo que se recomienda cuando a alguien se le escapa un pedo ruidoso: máximo decir "Perdón" o, acaso, disimular y oler para otro lado.

domingo, 3 de enero de 2010

Mis perros mejor tratados que yo



Siguiendo las recomendaciones de mi veterinario de siempre, llevé los perros a la residencia "Can Jané" para que pasaran allí los días de Navidad mientras nosotros estábamos en Normandía.

La residencia es agradable y sus gentes me habían parecido  amables y entregadas a los animales. Pero (y créanme que temo esta palabra "Pero...") todo se torció el día de la recogida.

Avisé que pasaríamos el día 29, después de comer, para recoger a los bóxers. Llegamos allí a las 2.30 de la tarde. En la puerta (reja que separaba el aparcamiento del jardín de la Residencia) un cartel que indicaba "Abierto" y "Llamen al timbre". Así obramos.

Una señorita apareció en el camino y se frenó a unos 6 metros. Desde la distancia preguntó qué queríamos. El diálogo fue escueto y resolutivo: "Recoger a los perros".  "No se puede, está cerrado hasta las cuatro."  " No hay cartel."  "Son las normas."

Expliqué mi desconocimiento de las normas, quizá porque no me las habían comunicado bien. En la página WEB el presunto aviso de horarios queda encubierto por los elegantes elementos de diseño (ver arriba).

Las normas eran implacables, me explicó la joven. De 1 a 4 de la tarde, ellos están allí pero descansando. No me iban a sacar los perros. Aparte, el dueño estaba en una comida de trabajo y no le iban a importunar.

Fui inquirido con preguntas retóricas acerca de qué me parecería si a mí me avisasen unos clientes a las siete de la mañana, o si me atrevería a ir al Corte Inglés a las doce de la noche. Las respuestas no son retóricas: me gano la vida con mi trabajo (médico) y si hay una urgencia a las siete de la mañana, la atiendo. No soy tan idiota como debo de parecer y, por supuesto, no iría al Corte Inglés (sino al Opencor) fuera de horas. Nada a ver con mi intención de que mis perros me fueran devueltos, tal como telefónicamente habíamos acordado.

Expuse mi esperanza en que las personas fueran más importantes que las normas y que me devolvieran los perros, aún fuera de horas. Que no se trata así a los clientes (si se quiere conservarlos).

La señorita fue hacia adentro llorando, y nos envió a su protectora madre, que nos puso a caldo. Me llamó prepotente y otras lindezas e insistió en que las normas son las normas, que ellos estaban ya cansados y que tenían 6000 clientes  agradecidos que nunca reclamaban nada. Que no me perdonaba que hiciese llorar a la nena. (Entre otras consideraciones, la nena tiene derecho a llorar tanto como quiera sin mi ayuda; nadie hace llorar a nadie; es quien llora que elige llorar porque no asume que las cosas son como son y le parece que llorar arreglará algo. Lástima que la realidad es tozuda y, a veces, un poco amarga).

Creí ver  que la finalidad de la señora (su "beneficio") era simplemente mantener su cuota de poder y demostrar que allí se hace lo que ella dice. Jugué un poco con ella a la lucha de poder y dí a entender que pagaría lo que fuese si me daban los perros. La palabra "dinero" le cambió la mirada y tuvo un atisbo de duda. Me llamó más cosas agradables.

Me dejé decir (creo que cada cual puede decir lo que quiera mientras no me atice) pues comprendí que (a cambio) me iban a dar los perros. Me hicieron pasar, pagar en efectivo (ningún problema; siempre lo hago) y ser advertido de no llamarles jamás para dejar allí a mis perros. Admonición inútil, que no pensaba hacerlo. Me cobraron 20 € de más en razón de haber precisado cuidador especial. Allá películas. Más dinero me cuesta la hora de trabajo.

Llegó el dueño, marido y padre de las amables recepcionistas. Nos dio los perros y estuvo muy razonable y educado. No le habrían informado puntualmente del suceso y no entendía lo que había pasado. Decía que claro que me daban los perros y que no me iban hacer esperar. Marché rápido; al cabo había perdido solo media hora, y no la hora y media que las normas exigían. No quiero pensar cómo acabaría la trifulca en familia. No me interesan sus normas, aunque lo siento por el buen hombre.

Los perros, estupendos. Se les veía bien cuidados. Sus problemas de salud habían sido resueltos con presteza y, tres días antes, me habían llamado para consultarme un detalle acerca de la medicación.

Qué gente más amable, había pensado  yo. La  ausencia de pragmatismo tiene esos gajes: si alguien piensa que "las normas" son más importantes que las personas, o que "demostrar su poder" es mejor que prestar un servicio a los clientes, pasan esas cosas. El trabajo puede estar bien hecho. El servicio, una birria.

Las empresas crecen mientras se centran en el servicio. Se estancan cuando se centran en los procesos y las normas. Se pudren cuando se centran en el bien de sus dueños a costa de lo que sea.

Al fin y al cabo, para acabar dándome los perros fuera de sus horas, no hacía falta tanta pejiguera.

Unos días en La Mayenne

La Mayenne es un "département" de Francia, creado en 1970. Incluye zonas de Bretaña, Normandía y del Loire. Su capital administrativa es Laval, y su principal industria es la leche.

Mis consuegros son de Cosé-le-Vivien , más cerca de la Normandía que de otra parte. He pasado la Navidad en su casa. Me he sentido tan bien acogido y tan bien tratado que debo confesar que he sido inmensamente feliz.

He podido cumplir uno de mis sueños: visitar el cementerio americano de los muertos en el desembarco de Normandía. He meditado en la iglesia del Memorial, y he llorado ante sus tumbas.

He hablado con los viejos del lugar, extremadamente cautos ante la historia. Es una zona plagada de silencios y de olvidos. Los alemanes estuvieron unos tres años en sus casas, sin molestar demasiado (Francia ocupada) y fueron ahuyentados por el desembarco americano. Los bombardeos previos (aliados) provocaron 3000 muertos entre los civiles franceses de la zona. No se sintieron muy protegidos por sus libertadores.

Yo, desde muy lejos, agradezco el desembarco y la derrota de los nazis. Mis amigos franceses agradecen que la guerra terminara, tanto da quien ganase o perdiese.

Las cenas de nochebuena son alucinantes: decenas de ostras, salmón ahumado casero y foie gras de Bretaña. sidra autóctona,  vino Gewurstraminer y Sauternes, así como pintadas del Perigord y queso de cincuenta denominaciones distintas.

Visité la Isla de San Michel, bellísima desde lejos. Insoportable desde dentro convertida en parque temático. Interesantísima la zona de las mareas, donde cada año mueren dos o tres cretinos que no acaban de entender la velocidad del tsunami ni la crueldad de las arenas movedizas. Es bella la justicia de la naturaleza.

Lo mejor, la bondad de las gentes, la belleza de la lengua francesa y las brumas atlánticas. Lo peor, la brevedad del viaje. Adoro Normandía.