sábado, 25 de julio de 2009

Sin novedad en Urgencias

Personal (¿de Urgencias?) feliz


Noticia publicada en "El País" hoy: "No sé si una mejor atención hubiese evitado su muerte, pero la habría hecho más digna". Rosana Cuenca lleva a cuestas esa incertidumbre desde que su madre falleció, el pasado día 8 de julio, en el servicio de urgencias del hospital Clínico de Barcelona. La duda y la dignidad herida la han llevado a denunciar lo que ella considera que es desatención: su progenitora, asegura, tuvo que esperar más de 10 horas agonizante en los pasillos de urgencias antes de ser atendida.

Suerte que nuestra sanidad es excelente y que en este caso, como en todos, se cumplió estrictamente el protocolo. Suerte que, si se abre un expediente informativo, nunca se sabrá cómo se cierra. Suerte que los médicos, enfermeros, celadores, radioestesistas, etc. del país se solidarizarán con los que dejaron morir en la indignidad a la madre de Rosana. Suerte que la realidad no existe y que las 10 horas de agonía no son sino un incidente aislado. Suerte que existen amplios estudios sobre la forma en que se van a organizar los servicios de urgencias. Suerte que, desde hace años, se estudia la forma de llevar a cabo certeramente tal reestructuración.

La realidad es solamente para los tontos y los desgraciados. No teman (Dios no lo permitiera) que los parientes de los jerarcas políticos y sanitarios fueran a morir en un pasillo de Urgencias. Esto queda para la clase de tropa.

Rosana Cuenca, cállese. La clase tropa no quiere enterarse de la suerte que tiene. Olvídese de la realidad y vitoree a nuestros gobernantes.


lunes, 20 de julio de 2009

El señor de las llanuras


No es mi costumbre hacer crítica literaria. Los libros me gustan, o no. Si me gustan los devoro. Si no, pocas veces paso más allá de las veinte páginas.

El Señor de las llanuras, novela primera de Javier Yanes, es de los que me han gustado más allá de lo que me suelen gustar los libros que me gustan. Perdón por las repeticiones, pero es que todavía estoy asombrado por el placer que me ha dado su lectura.

Mis referentes son los grandes maestros del nonsense y del absurdo. Carroll, la cima. Pitigrilli y Jardiel los sublimes olvidados. Mark Twain, el infiltrado. Javier Yanes, si esta es la primera, ¿qué vendrá luego? Felicidades, y gracias.