domingo, 9 de agosto de 2009

Ingushetia, mon amour



Ya estoy de vacaciones. En Ingusetia, por supuesto. Soy de los pocos occidentales que consideran Ingusetia como su segunda Patria. No es que me sienta nacionalista Ingusho. Pienso que estas gentes, en su generalidad, son salvajes, sanguinarios, vengativos y fanáticos. Pero, siempre el pero, soy muy amigo de mis amigos y uno de ellos, casualmente, es un ingusho. Viggo.

Le conocí por casualidad en unas vacaciones. Habiendo ido a Turkia con un grupo de amigos, alquilamos un todo terreno y nos fuimos a pasear por Georgia. Distraidamente nos perdimos por un camino de montaña que llevaba a Ingusia. Nos cercaron unos aduaneros (o bandidos) georgianos (u osetios) y fuimos encerrados en una caseta fronteriza, mientras nuestros captores discutían acerca de si matar a los hombres y violar a las mujeres, violarnos a todos y después matarnos, o matarnos primero para violarnos más adelante.

Viggo, que volvía con sus ayudantes de campo (o sicarios) tras un día de caza, no desperdició la oportunidad de liquidar unos cuantos osetios (o georgianos o rusos), lo que resultó fácil con sus hammer armados con ametralladoras y lanzagranadas antitanque. Nos liberó, y tras comprobar que una de las chicas de nuestro grupo (Viki) lucía excelentes tetas (que achuchó contra él al darle unos besos de agradecimiento) nos invitó a su casa de las montañas caucásicas.

Desde entonces cada año vuelvo. Normalmente vuelo a Ankara, y allí me recoge Robert, el ayudante armenio de Viggo. Es un hombre de confianza. Antiguo capitán del ejército rojo, en la división de inteligencia y antiterrorismo, es un tipo encantador. Metro sesenta y ocho, aspecto algo esmirriado, nervudo. Capaz de matar a quien sea empleando unas gafas como arma. Siempre sonriente.

Con él, y sus hammer, nos trasladamos hacia Georgia, que atravesamos rápidamente. Cerca de la frontera con Ingusia pasamos a unos helicópteros que nos llevarán directamente a la villa de Viggo, en un lugar de las montañas caucásicas.

Viggo nos abraza. Nos besa. Nos recuerda que somos de la familia y que nuestros perros están también en su casa. Su mujer, Petra, hace que nos sirvan te aromatizado con cítricos. Esta noche cenaremos y conoceremos a los demás invitados. Viggo me comenta que este año es complejo. Hace dos meses que un atentado contra el presidente del país ha creado gran malestar.

Para él, la política es irrelevante. Es amigo de los más altos jefes rusos, pero siempre proclama su interés en la independencia ingusa. No por nacionalismo, sino por sentido práctico de la vida.

Hablaremos de ello.