jueves, 10 de septiembre de 2009
Prostitución reconsagrada
Cada día aparecen nuevas noticias. Hace tres días, el alcalde Hereu se mostraba contrario a crear 'barrios rojos' en Barcelona. Recalcó que en su barrio, él no lo permitiría. En cambio ayer dicen que dijo que tendrían que ser tolerantes con los 'meublés' del Raval.
Cuando yo ¡ay! era joven, el Raval se llamaba 'barrio chino' y estaba lleno de meublés y de bares con sus respetables putas. Nada de prostitutas, putas. En la calle Robador, la auténtica central lechera del 'chino', locales como 'El Clavel' o 'La Virgen del Rosario' alternaban con las tiendecitas de 'gomas y lavajes' donde se dispensaban condones y se irrigaban las uretras escocidas de los clientes gonorreicos. Los lavajes preventivos se efectuaban tras el traqueteo. Los presuntos sifilíticos eran sometidos al envenenamiento mercurial con 'Salvarsán' . Los más escacharrados, a los médicos especialistas en 'Piel y venéreas' que también solían tener consultorios en las respetables inmediaciones.
Las chicas se arrendaban en los bares, el arreglo era inmediato: "¿Cuánto?" "Tanto" "Vale" "Vamos". Se salía y, en las escaleras colindantes, se subía hasta el piso con habitaciones que se rentaban por minutos. Sábanas dudosas, y un bidé donde las señoras lavaban la picha de los puteros con jabón de coco, de pastilla, al tiempo que la escurrían un poco para detectar la posible presencia de la gota de pus que delataba la infección por el gonococo; 'purgaciones' se le llamaba a la invalidante afección. Si salía la gota, a la calle con requiebros. Si no, al desaliñado jergón.
Las chicas ni se desvestían, se limitaban a arremangarse. No fingían aspavientos, antes bien daban prisa. Cuando el panoli descargaba, aire. Y a otra cosa.
Los meublés del 'chino' fueron envejeciendo y degradándose. Unos cerraron. Otros fueron eliminados en aras de la sanidad. Hace unos meses cerraron los pocos que todavía quedaban abiertos en la calle Robador, y en los que solamente oficiaban algunas venerables ancianas que combinaban el puteo más arrastrado con la pobreza de pedir. Sus clientes, mendigos de la misma ralea que sus Julietas.
La verdad es que pocas personas en su sano juicio se aventuran en el Raval, más que los que se ven obligados: inmigrantes que lo habitan en su gran mayoría, y que evitan los senderos tomados por los narcotraficantes, los matones a sueldo y los niños moros de la calle (los más peligrosos de todos ellos). También deben arriesgarse los habitantes ancianos de los ruinosos edificios, y que no tienen más remedio que sobrevivir bajo mínimos, esperando que nadie les ataque para robarles o que, si les atacan, no les dejen malheridos, al menos que les maten. Los habitantes de los nuevos pisos rehabilitados los van abandonando. Los clientes de los hoteles, cambian las reservas a paso veloz.
Ahora parece que el alcalde acepta mostrarse comprensivo con la apertura de pensiones tolerantes en el Raval, creo que él no vive allí. No creo que degraden el barrio, quizá le ennoblezcan.
Será imprescindible establecer somatenes o 'rondas' de voluntarios para acompañar a los puteros y sus proveedoras de servicios desde las Ramblas hasta los sórdidos habitáculos. Armados hasta los dientes, por supuesto. No creo que la Urbana o los 'Mossos' vayan a oficiar de carabinas o de niñeras, aparte de que a muchos clientes no se les empinaría el alijo si tuvieran que gestionar con los monillos (la pasma, dicen por ahí) para que les llevaran de la mano hasta el catre.
Veremos como acaba esta historia. La hipocresía sigue siendo el hielo que evita la putrefacción social. A lo mejor Hereu corta las cintas para inaugurar el reinstaurado barrio Chino.
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