jueves, 3 de septiembre de 2009

Barcelona querida

Actividad (trasera) en la fachada (delantera) de la Boquería

Vuelvo a estar en Barcelona, y la realidad del momento satisface todas mis expectativas. Esta es mi Barcelona, la ciudad de los prodigios cuyo devenir supera cualquier ilusión.

Por ejemplo: las putitas negras de las Ramblas trapichean sexo en plena calle. De hecho lo venían haciendo desde su implantación barcelonesa hace más de nueve años. Son nenas de edad indefinida (entre 12 y 30 años, quizá) que, a partir de la hora nona, ejercen un marketing agresivo en los albores del mercado de La Boquería, templo gastronómico de moda trufado de exquisitos de salón y turistas despistados.

Antes, las azabaches núbiles, se las arreglaban en las callejas del aledaño "barrio chino", hoy día llamado "Raval" (arrabal) en aras de la modernidad y el diseño. Un portal oscuro, de pie, y aquí te pillo aquí te mamo, higiene nula, entre preservativos llenos de semen, semen a pelo, escupitajos, jeringuillas y meadas. Suficiente.

Pero el Ayuntamiento barcelonés se empeñó en convertir el Raval en una zona urbana de diseño. Algunos se debieron de hacer las barbas de oro en connivencia con urbanistas venales, legisladores corruptos y constructores mafiosos. Avenidas iluminadas y hoteles de cinco estrellas se yergen allí donde la piqueta pudo demoler en paz. Donde no, la misma miseria, mugre y suciedad de siempre.

Al principio, los maleantes (chusma que abunda en el Raval) disimulaban en las callejas. Poco a poco, tras ver que las fuerzas vivas (una vez llenado el papo) se despreocupaban de todo, fueron invadiendo las zonas bonitas y bien iluminadas, donde los hoteles de lujo y los pisos reconvertidos en lofts para uso y disfrute de esnobs, pijos, pedantes y arquitectos de moda (medio pelo, por supuesto).

Los malos vieron que allí se acumulaban posibles nuevos clientes, especialmente turistas engatusados por la publicidad acerca del encanto de la deplorable y sobrevalorada ciudad. Poco a poco salieron de las callejas y comprobaron que la iluminación de las avenidas era beneficiosa para sus transacciones. Ayudados por las retahilas de niños callejeros magrebies que, navaja en ristre, ofician en las ramblas y se ocultan en el Raval, limpiaron a su aire las zonas más nobles del reformado extramuros apartando a los jubilados que tomaban el sol, niños en sus juegos y posibles usuarios de tiendas y bares. A la policía no tuvieron que echarla, porque nunca había estado allí, ni por Dios.

Las mejores y más iluminadas calles, permanecen ahora casi vacías. Solamente frecuentadas por compradores y vendedores de droga, ladrones y sus peristas, y moritos ciegos de pegamento dispuestos a matar por cinco euros. Paseantes despistadísimos y clientes (aterrorizados) de los hoteles arrabaleros son los potenciales proveedores del dinero de bolsillo.

Las negritas han debido aprender a manejarse en las Ramblas. Antes se aventuraban en las callejas del Raval, donde un portal oscuro resultaba adecuado para cualquier desatasco que pudiera ejercerse de pie y en tiempo ajustado a eyaculadores precoces.

Pero, tras las reformas, las arrabaleras callejas requieren acceso atravesando las avenidas iluminadas que las amurallan, más peligrosas que un campo de minas afgano. Los pocos que allí ponen el pie sabiendo a dónde van, son los compradores de drogas,y los moritos ciegos de pegamento, que hallan en esta zona un merecido reposo del guerrero tras haber asaltado, acuchillado, tironeado o apalizado, en las Ramblas, para conseguir los cinco euros que requiere el abasto de más tubos de pegamento.

Los nuevos vecinos pijos, que fueron atraídos allí por el pretendido diseño, malviven totalmente acojonados y encerrados en sus reformados lofts, los cuales deben alicatar con sofisticados sistemas de protección y alarma si no quieren verse desvalijados, así como contratar guardaespaldas para acercarse a sus portales.

Lo tienen merecido por creerse lo que dice el Ilustre Ayuntamiento de Barcelona. Suele tratarse de pedantes que creen que el Raval podría equipararse al Soho de NY. Ni por el forro. Con el desplome de la economía y la desvaloración del barrio, se sienten atados sin expectativa alguna de librarse de sus apestosas viviendas. Hasta el Bronx es más calmo.

Las putillas rumanas, albanesas, y de otros andurriales parecidos, ofician protegidas por sus propias mafias de chulos, ágiles en desenfundar armas automáticas. Ellas lo tienen mejor al discurrir por el barrio. Pero las negritas, que Dios sabe cómo las contratan, trasladan y explotan, actúan en total desprotección hasta que, a la hora del cierre, sus chulos las abordan para vapulearlas y quitarles el dinero.

Pululan por las Ramblas, especialmente a la salida de los restaurantes donde los turistas son atiborrados con basura (NO ‘comida-basura’, simplemente basura), vinos de mala calidad y abundante cerveza cobrada a tasa de champagne francés. Cuando, descalabrados y desplumados, acceden a la acera, las subsaharianitas (voy a ser, por una vez, políticamente correcto) les tientan la bragueta y les ofrecen servicios a 10 o 15 euros.

No suelen aceptar los guiris; quizá alguno muy trompa. Pero allí acuden una serie de los más matados entre los salidos que abundan en cualquier lumpen. El precio es justo, y los quillos son despenados (sin el riesgo que supone atravesar la delgada línea roja) en plena acera de las Ramblas. La entrada de la Boquería es la suite presidencial. Allí se ofician pajas, mamazos y metisacas sin tener que desnudarse, más que lo justito, ni lavarse que es una murga.

Periodistas malintencionados fotografían, de vez en cuando, tales arrebatos y los publican en primera página. Las buenas gentes que, si no les ponen las cosas en primera página, hacen como que no se enteran, pusieron el grito en el cielo. Mejor harían en callarse, que bastante les costó apear la prostitución infantil callejera de la zona noble de Pedralbes hace unos 15 años. Si corren a las negras rambleras de su lugar natural, corren el riesgo de repoblar la zona alta con especímenes de fauna exótica.

El Ayuntamiento dice que ellos ya hacen lo que pueden, y que lo de las putas negras, extranjeras e ilegales, debería ser abordado por el gobierno de España. ¡Es grande! Estos inútiles son independentistas cuando quieren hacer bonito, y sucursalistas sumisos si se trata de aventar pulgas.

Estos días, la Guardia Urbana irá por las Ramblas, exhibiendo porras. Alguna negrita miope se ofrecerá para manosearlas o deglutirlas confundiendo a los Urbanos con sudaneses. El resto se harán andana mientras duren las rondas de noche (unos pocos días, acaso tres o cuatro). Después, todo seguirá igual.

Hasta las próximas fotografías.

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