domingo, 18 de octubre de 2009

Himen de recambio




Una empresa china, GIGIMO, ubicada en GuangDong (Cantón), pone a la venta en su WEB un producto realmente interesante. Un “simulador de himen” que, colocado a la entrada de la vagina, se desgarra con la penetración remedando el tacto de un himen lacerado in situ, al tiempo que destila “sangre” de tramoya en cantidad adecuada para que el poseedor del pene infractor crea, con orgullo, que es el primer usuario que circula por los santos lugares.

El engendro es una pieza que debe insertarse una hora antes de los festejos en el lugar pertinente. Con la humedad se hincha y se adapta al espacio que lo arropa. Dicen los entendidos que la vagina es un espacio virtual, que se manifiesta cuando los aditamentos satisfactorios se introducen y aposentan, mutando la virtualidad en realidad.





El himen es una especie de certificado de garantía, como un cuenta quilómetros que marca cero mientras el vehículo espera a su primer dueño.


Igual que un vendedor de coches usados truca los contadores de sus tronadas gangas, ciertas señoritas de ingle fácil gustan de zurcir sus rasgaduras a la hora de aportar sus candidaturas a una boda de rumbo con algún panoli de postín.

En las gentes romaníes, no me pillarán llamándoles gitanos, la demostración de la virginidad se encomienda a una “ajuntaora” que, con la asistencia de mujeres de la familia y vecindonas, tienta con una pieza (un cuchillo o un palo, según costumbres rituales) envuelta en un pañuelo con unos pliegues concretos. La rotura del himen (o de lo que sea) produce manchas sanguíneas que, al desplegar el pañuelo, se parecen lejanamente al diseño de tres rosas rojas.

En los países musulmanes un virgo incólume es requisito imprescindible. Ellos no han desarrollado la técnica gitana. Es el marido con su palo natural, nada de pañuelos, el que escarba en busca de impedimento, rotura y sangre. Se ve que el truculento “gadget” chino ha sido descubierto por las mahometanas, las cuales provocan una violenta oleada de paquetes discretos, vía Western Union, que han puesto moscas bajo la nariz de los islámicos burlados.  

Gigimo precisa que la membrana artificial y el líquido "no son tóxicas (...) ni tienen efectos secundarios". En las sociedades musulmanas conservadoras sí los ha tenido. Los Hermanos Musulmanes, un movimiento islamista que copa la cuarta parte de los escaños del Parlamento, y buen un puñado de teólogos e imanes se han movilizado en Egipto para que se prohíba el "kit".

En El Cairo fue Abdel-Moati Bayoumi, del Centro de Investigación Islámica quien emitió una fátua (edito islámico) que condena a los importadores porque "expanden el vicio y animan a las chicas a mantener relaciones ilícitas al saber que pueden "recuperar" su virginidad". El iman Yussef al Badri exige que aquellos que "vendan el himen artificial sean azotados, encarcelados o expulsados del país para que nadie se atreva a seguir su ejemplo".

Yo no me pondría tonto, que el profeta Mohamed (solo Alá es más grande) casó con una viuda. O sea, que eso de la virginidad no debería ser tan imprescindible ni importante. Como católico siempre he visto con indiferencia que mis mujeres no sean vírgenes. Yo tampoco soy San José.

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