domingo, 7 de junio de 2009

¿Carradine pajillero?


















A veces los mitos se derrumban. No diré que Carradine fuera un ídolo de mi adolescencia, pues mi edad no permitiría tales talismanes. Acaso sería un paradigma interesante de mi juventud. Entre 1972 y 1975 daba cierto gozo ver al "pequeño saltamontes" propinar somantas a malos con pistola y malas intenciones. Él no dejaba de ser un monje pacifista que (faltaría más) solamente pegaba a los que se lo pedían con obstinación.
Más que derrumbarse, Carradine quedó colgado. La palmó en una posición equívoca para un hombre de su edad y posición. Dicen las malas lenguas que le encontraron al lado del baño de su habitación con una cuerda (de esas que abren y cierran cortinas) atada a su cuello, y otra atada a su pene. Probablemente en la base (del pene, no del cuello) , con la intención de dificultar el retorno sanguíneo caso de conseguir una erección.

Lo del cuello suele emplearse, por parte de algunos iluminados, como manera de provocar ahogamiento e hipoxia (falta de oxígeno) que, según estos practicantes, mejora las características del orgasmo. Llámase asfixiofilia la querencia por estas sofocaciones, y su resultado extremo es la muerte erótica; el no va más, supongo.
En el caso de Carradine, y mientras no se demuestre lo contrario, fue una muerte autoinfligida, probablemente accidental, a la que accedió miestras se la pelaba como un mono.
Bueno, como un humano. Somos los únicos primates capaces de causarnos daño por placer y torturar a nuestros iguales.
 Y suerte que Dios nos hizo a su imagen y semejanza.

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