miércoles, 3 de febrero de 2010

Aguirre y su hijo de puta.


No me parece mal que la Esperanza Aguirre hable con claridad de un presunto enemigo llamándole "hijo de puta". Me encaja con la catadura que le presumo a la señora. Me da un poco de pena que, al dar explicaciones, diga que no se refería a Gallardón sino a "un consejero" de Cajamadrid que no tiene a bien nombrar. Con ello todos los consejeros pueden darse por aludidos. La dama de hierro madrileña queda, al cabo, con el metal algo herrumbrado, o sea, con orín, es decir, orinado. Perdió una ocasión para demostrar su dureza, y exhibió resquebrajos y debilidades en sus (pretendidas) agallas.

Excusatio non petita acusatio manifesta. O sea: excusarse sin que te lo pidan equivale a una acusación, una patada en tus propias partes dolorosas.

El número de los necios es infinito. Creo que esta frase  sale en el Eclesiastés, aunque también se le atribuye a Cicerón. Los catalanes (malas gentes) decimos que "si los hijos de puta volasen, a veces no veríamos la luz del sol". Donde pone hijos de puta pongan incultos, estultos, necios, ignotos, socialistas o salesianos, según querencias.

En conseller Huguet, creo que, en Cataluña, ostenta el equivalente a un ministerio de comercio y turismo (quizá alguna otra prebenda). No es socialista sino de Esquerra Republicana, partido que, junto a los llamados ecosocialistas y los socialistas montillanos, perpetran el llamado tripartito (triparida para los amigos). El Huguet, también en plan tonto con iniciativa, habló por un micrófono que no tocaba diciendo que el proyecto de JJOO invernales para Barcelona era una fantasmada del alcalde Hereu, condenada al fracaso y basada en el descrédito electoral del malhadado munícipe.

Las excusas del Huguet fueron más demoledoras que las cóleras de Aguirre. Dice que "lo que dice como persona humana (o sea, su pensamiento verdadero) no es relevante por cuanto, como conseller, se solidariza con la fantasmada y su consellería luchará a muerte para que siga adelante". Encima, es la consellería (turismo, recuerden) que tiene que poner los dineros para relanzar el demolido prestigio del alcalde barcelonés, como sus ancestros tocado (y untado) por las cuentas grancapitanescas del Forum, los trapicheos urbanísticos de Diagonal Mar (rezo cada día a San Garzón para que se acuerde de estos asuntos en su reino) y el deterioro prostituyente de la antaño ciudad archivo de la cortesía, hoy de la orina y del semen, a la par que meca de cualquier carterista que se precie.

El señor Huguet huele a muerto (político) como el tripartito al completo. Pero creo que ADMITIR, como ha hecho, que el compromiso público conlleva mentir como un bellaco, traicionar sus convicciones y, por tanto, estafar a sus correligionarios y cofrades, besar el culo a sus enemigos (para darles por el mismo lugar a la que se descuiden) no deja se ser el único acto noble de toda la historia. Admitirlo es lo estimable;  no hacerlo, por supuesto,  que es innoble y despreciable.

Debe de haber muchos políticos sinvergüenzas, desahogados, venales o, simplemente, imbéciles. El Sr. Huguet tiene el mérito de (siendo algo -o todo- de lo dicho) reconocerlo. "Soy un hipócrita de cojones y miento más que aúllo", viene a decir. "Hago lo que no pienso y en lo que no creo. Pero lo hago institucionalmente. Créanme o no. Qué más da."

Para eso, en lugar de un señor calvo y con perilla, serviría un ordenador y, si mucho me apuran, un gato con botas o un asno catalán. Se le programa lo "correcto", y se desestiman sus cuelgues, maullidos o rebuznos. Estos últimos no serían tan dolosos como los del llamado Huguet ni requerirían después explicaciones bufas. La gente como yo no se descojonaría (siempre es divertido), pero apreciaría la ingenua pureza, ineludible e incondicional,  de los referidos animales irracionales o la neutra insustancialidad de la computadora.

He aquí como extremos políticos pueden tocarse. Huguet y Aguirre, pecadores de la pradera. maledicentes de sus copartícipes y coincidentes en presentar excusas malolientes y atroces por inadmisibles e increíbles.

Cuando lo correcto, en estos casos, es lo que se recomienda cuando a alguien se le escapa un pedo ruidoso: máximo decir "Perdón" o, acaso, disimular y oler para otro lado.

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